De forma habitual hay tres personas de las que sigo sus reflexiones y comentarios en sus respectivos blogs. Me llama la atención que en el apartado destinado a los “comentarios” una buena parte de ellos tienen en común la crítica destructiva, sin aportar nada. Suelen además reiterarse en el tiempo y mantenerse a “cubierto y protegidos” ya que su identidad o bien la camuflan en unas siglas incomprensibles o bien directamente en la etiqueta “Anónimo”
La libertad de expresión se confunde con la “libertad de hacer lo que me parezca sin pensar en el contenido ni en las consecuencias”; y no todo éticamente es válido, y en la mayoría de ocasiones las cosas tienen unas consecuencias. Es aquí donde encaja que libertad y responsabilidad ó derechos y obligaciones han de ir en paralelo necesariamente, ya que de lo contrario las cosas se desequilibran. ¿Yo tengo derecho a que las calles se mantengan limpias?, si, ¿yo tengo la obligación de mantener y contribuir en el mantenimiento de su estado?, también.
Los seres humanos somos muy creativos y podemos adoptar muchas formas para conseguir lo que queremos. Es muy sencillo tras el escudo de un seudónimo generar una identidad pasajera con la que vomitar a la persona que está asumiendo con su identidad verificable la responsabilidad de lo que está escribiendo. Quien crea la “identidad pasajera”, no lo asume; genera un miedo a las consecuencias y así inconscientemente se está entrenando para no asumir responsabilidades en otros campos en sus vidas.
¿Cómo estas personas conectan la violencia del contenido de sus comentarios con su “sentirse” importantes”?, eso sí, la identidad sólo la conocen ellos, aunque si por un casual fuesen descubiertos, no tardarían un segundo en desdecirse de esa supuesta identidad.