Miguel Angel después de un matrimonio de seis años se ha divorciado y a los tres meses estaba conviviendo con una nueva mujer con la que pensaba continuar su vida. La madre de Alicia ha fallecido tras un proceso de cáncer de cinco años, y Alicia no experimenta depresión. Jorge ha abandonado su actual trabajo para comenzar su aventura como autónomo y no siente miedo al fracaso.
El denominador común de estas tres personas es que se sienten desconcertados, al no experimentar cosas que supuestamente «deberían de experimentar», porque no se ajustan a la teoría que dice lo que la «gente debe de sentir, o en general siente»; es decir, están ellos sólos generando una situación problemática donde no existe.
Esta es la cuestión clave que quiero transmitir en la reflexión de hoy, y es que en muchas ocasiones lo que hacemos es evaluar nuestro estado de sentir, de pensar y de hacer en función de «un modelo oficial» que dice lo que hay que experimentar, reflexionar y desempeñar; y si no se ajusta al mismo nos sentimos mal.
El modelo oficial enseguida encontrará la respuesta a la razón del no experimentar eso que «deberíamos» experimentar al argumentar que «no se sabe muy bien qué procesos estamos reprimiendo» con lo que al final todo puede conducirnos a lo que se llama «autoprofecía cumplida»: yo no me siento mal, tú me dices que debería de sentirlo porque no se sabe bien qué trauma estoy reprimiendo y yo en mi búsqueda del supuesto trauma, efectivamente, empiezo a sentirme mal.
Miguel Angel, Alicia y Jorge cada uno con sus asuntos han hecho un proceso, una forma individual y personal de organizar su modelo del mundo con sus particularidades, que tendrán cosas «similares» a la organización de otras personas, aunque el resultado será muy distinto`; porque hasta esa similitud, la construirán de forma distinta.
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