El conde Friedrich von Spee (1591-1635), que había presenciado muchos procesos de brujas, quiso llamar la atención de las autoridaades sobre el hecho de que, en virtud del procedimiento judicial elegido por ellas, era imposible que un sospechoso/a de brujería fuera reconocida/o nunca como inocente.
Escribió el libro Cautio criminales, en el que recogió los siguientes ejemplos: un supuesto era que Dios defendería desde un princpio a un inocente y lo salvaría de esta situación. El hecho de que Dios no salvara a la bruja/o respectiva era ya una prueba de la culpabilidad de la mujer o del hombre.
Otra suposición consistía en conocer, si era proba o no. Si los antecedentes no eran precisamente un dechado de honradez o virtud, eso era un nuevo argumento acusatorio en contra de la sospechosa/o. En cambio, si la vida anterior había sido íntegra, eso probaba sólo que el/ella era probablemente una bruja, pues como se sabe, las brujas pueden dar la impresión de ser personas probas.
En la mazmorra, la bruja se mostraba o medrosa o sin temor alguno. Ambos comportamientos eran, a su vez, una demostración de su culpabilidad. Si la mujer o el hombre no se mostraban timoratos, tímidos, se debia a que éstos confiaban en el diablo les salvaria: otro argumento para su condenación.
Es dedir, se pusiesen como se pusiesen, todo confirmaba el juicio que de antemano ya se había establecido. Damos sentido el mundo en función de lo que yo espero encontrar en él, y podemos generar mucha «disonancia» cuando mantenemos nuestras posturas a pesar de mucha evidencia en contra. La adaptación y la incorporación, casi siempre nos resultará mucho más útil.
Deja tu comentario.