Mi acercamiento al mundo de la terapia fue a través de una que personalmente seguí, hace ya de esto algunos años. La terapia podría encajar dentro de las denominadas “conductistas” y entre otros elementos, comencé a sensibilizarme con el lenguaje y el mensaje que a través de él se transmitía. El modelo del mundo que comunicamos a través de novelas, medios de comunicación, música…
Hace unos días unos compañeros y amigos me comentaron que habían asistido a un concierto de música ofrecido por un canta autor bastante popular. Antes de comenzar la terapia personal a la que he aludido, también formaba parte de mis preferencias musicales. Hoy las cosas considero que están más equilibradas, en base a detectar lo que considero poco útil transmitido en las letras que funcionan en la música popular:
“Cada clavo que arranco a la cruz donde estoy…”. “madrugadas sombrías, infinito el dolor que dejó la agonía del que nunca me amó…”, “te vas porque yo quiero que te vayas, a la hora que yo decidas tu regresas, yo sé que mi cariño te hace falta porque quieras o no yo soy tu dueño…”
Esto que aquí recojo es un ejemplo de la construcción de metáforas o de descripciones directas de conductas recogidas en tan sólo dos canciones, y que cada uno, individualmente, podemos atender a notar, apreciar hasta qué punto nos resultan útiles de mantener, y el efecto que mantienen en mi relación con el mundo.
Comentando más tarde con una de estas amigas, este aspecto del lenguaje en las canciones y explorando el asunto, nos dimos cuenta de que este canta autor pertenecía más al recuerdo de cómo en un momento en nuestra vida conferíamos significado a lo que escuchábamos y que encajaba con el modelo del mundo que por entonces manteníamos; más que a cómo puede encajar esa misma letra en nuestro modelo del mundo actual.
Para sensibilizarse, por ejemplo, con el tema del uso de metáforas y el cómo están funcionando en nuestra vida, no es necesario hacer ningún tipo de terapia. Simplemente es identificar que existe esa forma de comunicación, identificarlas en nuestra cotidianidad y explorarlas desde su utilidad, y los límites que también representan. Entiendo que merece la pena el ejercicio, porque es otra forma de descubrir el cómo yo doy sentido al mundo en el que vivo.