Si por azahar al irte a sentar en un banco de un parque público, te encuentras con unas astillas de madera, lo más probable es que las apartaras arrojándolas al suelo antes de sentarte, sin más contemplaciones. Ahora bien, si después te diriges a visitar la Catedral que tienes al lado y te encuentras con un espacio, donde se indican que se conservan unas “astillas de madera” con un carácter sagrado, ya que proceden de la cruz en la que fué crucificado Cristo, la cosa cambia completamente. Mi relación con el objeto, ha cambiado. No es el objeto en sí, es mi relación con él, a través del contexto donde lo he encontrado.
Si en un desfile de Moros y Cristianos, en medio de una agrupación de Moros, fuese un señor con traje y corbata, todo el mundo se preguntaría, ¿qué hace ese señor ahí?; pregunta que de igual forma se haría, si uno de los Moros de la agrupación apareciese en la Junta de Accionista de una empresa. El contexto marca, si las cosas encajan o no.
Si veo a una señora orinando en mitad de la calle, lo más probable es que piense, que esta señora es directamente una mal educada (siendo muy comedido en el calificativo), ahora bien, si esta misma señora, la encuentro en mitad de la sala de un Museo rodeada de personas viéndola, entonces puede que alguien me diga, que eso que estoy viendo es una “manifestación artística”, y para los allí reunidos funcionará así, a pesar de mi estupefacción. Es decir, el contexto se utiliza para crear una realidad inexistente.
Estos ejemplos destacan el cómo empleamos de forma continua los contextos para apoyar lo que para nosotros, en ese momento está funcionando como “realidad”, y que seguramente si una misma acción, jugamos a presentarla en diferentes contextos, podemos comprobar el cómo varía su significado, porque mi relación con ella lo hace.
Todas estas distinciones son las que el Modelado contribuye a aprender hacer.