Es una predicción sobre el comportamiento del otro que supone cierta expectativa e implica cierta apuesta personal por parte de uno. La confianza no es algo “que el otro me da” es algo que “yo desarrollo” porque es imposible controlarlo todo. Decidimos confiar, pero no porque existan garantías.
La confianza es una conducta que yo realizo, no el otro.Se trata, en general, no de cosas que “hacemos”, sino de cosas “que no hacemos”: explicaciones al otro, no revisar el móvil de la pareja, firmar sin leer un documento con un familiar..Aprendemos a confiar cuando no buscamos certezas todo el tiempo, cuando apostamos por el comportamiento del otro, diciéndole por ejemplo: “yo creo que vas a poder”, dejar de lado mi propia conducta de querer controlar y permitir al otro que gestione la situación.
Confiar relaja mucha de nuestra atención, ya que no la tenemos activada para intentar “controlarlo todo” e ir más allá de nuestro ámbito de actuación. Esto contribuye a bajar la ansiedad ya que no me centro en elementos que no dependen de mí el controlar.Confiar en el otro, es vivir en el mundo, como si conociéramos los resultados de algo, aunque en realidad no lo sabemos, es una convicción que mantenemos y que en ocaciones no es muy útil ya que nos ayuda a tomar decisiones: decido casarme con alguien, firmo un contrato conjunto, confío que mi hijo adolescente regresará a la hora acordada
Si no confío, no apuesto, no tomo decisiones, me inhibo. Las decisiones 100% seguras, no se toman nunca, porque no existen.