Hablaba en la entrada de «El Entorno» de nuestra necesidad de adaptarnos al entorno para poder sobrevivir, al igual que hace cualquier otro animal. Cuando hemos identificado una conducta que entendemos adaptativa, la estabilizamos, conservamos y continuamos con ella; y puede que una falta de monitorización de la situación nos lleve a no comprobar que ese entorno ha ido evolucionando y mi conducta no se ha adaptado al nuevo entorno.
En estas reflexiones a lo que constantemente aludo es a nuestra necesidad de activar en nosotros la conducta de investigar, y no sólo en un plano intelectual de la cosa, también operativo. Abrirnos a la experimentación práctica, y ello lo puedes hacer con cualquier cosa que te involucras en tu vida: introduce formas distintas de hacerlas, y después puedes evaluar la diferencia.
Elige un desempeño -por ejemplo- que crees que puedes mejorar, y te propongo este modelo de análisis:
– Elige del desempeño
– Introduce la alteración
– Nota esa diferencia en el hacer, introducida
– Evalua, si para tí resulta eficaz
– ¿Qué diferencias plantea con la anterior?
– ¿Qué similitudes plantea con la anterior?
La mayor parte de los desempeños exitosos que salen a la luz en el terreno de la ciencia, del arte, de la literatura, del cine, de la empresa…pareciera que se han facilitado de forma «mágica», como la idea feliz de un momento para otro. En la mayoría de los casos no es así, esa idea es poco certera, y previo a un resultado exitoso se ha necesitado de mucha investigación, de constantes experimentaciones y cambios hasta llegar a un resultado cercano al que hemos imaginado.
Recuerda que la conducta en la que nos involucramos, más fuerte la estamos haciendo en base a repetirla, tanto las útiles como las poco útiles, y el abrirnos a experimentar en muchos contextos resulta muy útil, aunque también habrá que tener en cuenta que de las consecuencias de esa experimentación nos podemos hacer responsables; como en todo no hay que perder el seguimiento a nuestro entorno.
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