Se cuenta la anécdota de un político que se presentó como candidato a la presidencia de su país, y que entre otras cosas no ganó las elecciones “por un exceso de realismo”, llegando la cosa a que en un mitin se pudo identificar una pancarta por parte de los asistentes en la que rezaba: “menos realidad y más promesas”
Entiendo que más que un “exceso de realidad”, en lo que se cayó fue en un sesgo de la realidad, enfatizando el mensaje en lo que “no funcionaba adecuadamente”, dejando de lado lo que “sí que podría estar funcionando adecuadamente” y con toda la información atender a las oportunidades que se podrían explorar y abrir; aunque todo este ejercicio a un político le sobrepase y no encaje con el modelo en el que actualmente se mueven en general.
Parcialmente es lo que está ocurriendo con el análisis de la situación actual de la economía, no sólo en España sino a nivel internacional. Estamos propiciando la especulación, la suposición, el jugar “al gato y al ratón”, a través de una falta de honestidad y no mostrar claramente cual es una parte de la realidad en la que los estados están viviendo.
A partir de ahí lo que se abona es el terreno ideal para el catastrofismo, la inquietud y la paralización. Esto lo podemos extender a nuestra vida personal: mientras no asumimos y hacemos un diagnóstico lo más certero posible de la situación en la que me encuentro, cualquier tentativa de moverme en una dirección quedará en un mero ejercicio voluntarista.
Si las cosas no se equilibran un énfasis en lo negativo de una situación, puede rápidamente conducirnos a la paralización, ya que las oportunidades de un cambio quedan cerradas. Para ello lo que podemos aprender y ejercitarnos en habilidades para identificar de forma más certera la realidad personal y de nuestro entorno con la que estamos actuando.