Todos tenemos una expectativas de qué cosas son las que vamos a encontrar en el mundo en función de un estándar personal con el que hacemos esa medida. Es decir, yo dispongo de unos ingresos mensuales –que son mi estándar-, así disfruto de unos gastos, compro un estándar de ropa, como en determinados lugares, o hago un tipo determinado de vacaciones.
Ya no sólo en lo que se refiere a un nivel de vida que marca una economía, sino, que ese estándar lo hacemos con todo: elegimos a una determinada persona con la que formar pareja, creemos apto para nosotros o no un trabajo, tenemos marcado un punto con el que medir cuanto tenemos que trabajar, cuantas visitas hemos de hacer a nuestra familia, etc.
La cuestión se complica cuando esos límites, esos estándares no están bien definidos, no los creemos apropiados o simplemente no existen.
Por ejemplo en nuestra sociedad existen muchos adolescentes sumamente influenciados por la presión social de las “marcas correctas”, y si no son esas las que visten pueden sentir que el mundo no “esta proveyendo aquello que debería proveer”; ya que no han seguido la pista de una forma certera a cómo la determinada prenda llega a sus manos y la disfrutan. Es un potencial de muchas frustraciones, cuando el nivel de ingresos de la familia se reduzca y eso no se pueda mantener.
Otras personas, puede que se pasen el día haciendo ejercicio; y claro, si invierto tiempo en una actividad, habré de reducir tiempo de dedicación a otras actividades. Es decir, no hay un límite en el estándar y él solo se va renovando, y nosotros hemos tejido una trampa.
Queda en evidencia que siempre una actividad, o aquello con lo que me relaciono, o acumulado… tendrá un contexto, y será conveniente el conocer del límite –y éste puede ser periódicamente revisado- y una pregunta muy útil es la de “haré, acumularé,…X cosa” y a continuación establecer la cantidad “y” , y preguntarse ¿será suficiente “y”?, para a continuación ¿suficiente para qué?, ¿qué quieres conseguir con eso?, ¿en detrimento de qué puede ir eso?.
Por ejemplo: ¿qué harás? “haré ejercicio físico”, ¿con qué frecuencia lo practicarás?: tres veces por semana durante media hora por ocasión”, ¿para qué lo harás?: para mantenerme en forma; respuestas muy distintas emergerían si se tratase de hacer ejercicio para participar en unas olimpiadas.
Como hemos comprobado es conveniente poner limites a cualquier cosa, y éstos serán los que actúen de estándares. En ocasiones llevar estos límites al extremo nos ayuda a encontrar el centro. Por ejemplo, “visitaré a mi madre las 24 horas el día, e incluso no me despegaré de ella cuando duerma, vaya que le suceda algo” Este ejemplo es una fuente de muchos sentimientos de culpabilidad, a posteriori, dado el caso de la muerte de esta persona.
Puedo pasarme la mañana navegando por Internet, ¿con qué objeto lo estoy haciendo?, ¿cuánto considero suficiente el tiempo que dedicaré?; “leeré los periódicos digitales todos los días” ¿Cuántos serán, sólo titulares, todas las noticias, algunas secciones, cómo harás eso?, ¿para qué lo haces, cual es tu propósito?
Es muy sencillo, y estoy poniendo límites a posibles conflictos derivados de la carencia de este sentir de estándar y su establecimiento.
Manuel León López
Coach, Terapeuta y Formador
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