Aprender hacer distinciones en el mundo nos ayudan a comprenderlo, es algo con lo que constantemente nos relacionamos, en la forma en la que hemos aprendido.
De niños, empezamos a ver, escuchar, tocar, olfatear, sentir…cosas que están fuera, en el exterior, y a las mismas les vamos poniendo un nombre, una etiqueta., que sería el resumen de lo que a nivel sensorial he identificado; un ejemplo es la etiqueta “silla”, que resumiría para mí que yo he detectado en el mundo algo que denomino silla, y al que me remito para explicarlo en la comunicación con otras personas, dando por hecho que ellos a su vez han puesto la misma etiqueta con experiencias sensoriales similares, aunque desde luego distintas.
Una vez puesta la etiqueta, le voy a ofrecer un concepto, una explicación de qué es lo que yo entiendo con la misma: “una silla la utilizo para sentarme”; y damos por hecho que los demás van a llegar a conclusiones iguales a las mías (habrá culturas a las que yo les hable de “sillas” y no sepan a qué me estoy refiriendo, o en las que el concepto sea muy distinto al mío).
Se trata de uno de los pasos para generar mi propio “modelo del mundo”, “mapa del mundo”; lo asumo, lo aprendo, y a partir de ahí comienzo a repetirlo constantemente, sin revisión alguna posible, con lo que no existe otro que mi modelo hasta que enfrente encuentro que los otros van generando cosas parecidas, aunque no desde luego iguales, o incluso descubro que son diametralmente opuestas; aunque claro, sentencio: “esa forma de ver el mundo, no es la correcta, la correcta es la mía”, con lo que siento las bases del dogma y del conflicto.
El modelo o mapa del mundo con el que cada uno nos manejamos es una obra individual, en la que hay muchos procesos implicados, y que por necesidad no pueden ser idénticos a ninguna otra. Como proceso y obra significa que está en constante construcción, y que no es algo estático.
Probablemente en alguna ocasión has podido escuchar aquello de que “el mapa no es el territorio”; es decir mi mapa del modelo, no es el mundo; sino la representación que yo me he hecho del mismo; y en la que encontraré cosas muy útiles y otras que no lo resultarán tanto, y que pueden limitarme.
Por mucho que queramos atender a todo lo que “existe alrededor nuestro”, nos va a ser muy complicado, y habrá cosas que permanezcan fuera de nuestra identificación, aunque eso no significa que no existan. Una pequeña experiencia puede resultar de pasar a una habitación con nuestros sentidos alerta, intentar captar lo que “hay”, cerrar los ojos para después cuando los vuelva a abrir intentar identificar aquello que no había notado, en lo que no había puesto mi atención a través de alguno de mis sentidos.
Si en esta experiencia estoy acompañado, y a posterior la pongo en común, podré comprobar que cada uno hemos puesto nuestra “atención” a cosas iguales y a otras diferentes; por lo que nuestra percepción de la habitación es distinta; ninguno de los dos va a tener el cien por cien de la información de la habitación porque cada uno hemos hecho cosas distintas, aunque ambos modelos de habitación existen.
¿Cuál puede ser un modelo más útil?, aquel que ha sido capaz de identificar más cosas dentro de la habitación, le aproximará más a la experiencia de conocer cuál es la naturaleza de la misma, y por lo tanto a potencialmente manejarse de una manera más adecuada.
Así, cuanto más investigo qué hago yo para orientarme en el mundo, cómo lo hago y para qué lo estoy haciendo; en mejor medida funcionaré; y me resultará más útil; a la vez de entender que este proceso es una constante en cada uno de nosotros, por lo que mi idea del mundo no tiene tanto que ver con una identidad personal, y si más con una conducta, que en cualquier momento puedo reconducir.