En antiguas civilizaciones los habitantes cedian una parte de sus recursos, bienestar y poder de decisión sobre sí mismos a Reyes, Emperadores, Faraones, Cesares…a cambio de que estos los «protegieran»; así por ejemplo, el representante de los dioses en la tierra para los Mayas era su propio jefe al que consideraban un dios más; ya que este les prometía buenaventura en forma de «lluvia» que no faltara en la estación correspondiente y pudiese favorecer la recolección de los alimentos de los que eran totalmente dependientes para su supervivencia. En cuanto acaecían unos años seguidos de sequía, comenzaban las disputas, conflictos, guerras, asesinatos entre los súbditos que incluso llegaban a cuestionar la supervivencia en el poder del hasta entonces «dios terrenal», ya que había faltado a su promesa; ¿para qué seguir manteniendo a un dios que su promesa de paraiso terrenal no cumple?
La pasada semana una señora solicitaba a un político español de los que están en perpetua campaña electoral -veremos si no pasado mucho tiempo, a muchos (y muchas) no se les congela la sonrisa-, que «le devolviese la alegría» En el fondo se reproduce el mismo patrón: la señora se supone que ha aprendido a no pedir lluvia a este político -como lo haría en la antiguedad-, hoy en todo caso -y no siempre- aplicará un saber en el que no está incluido la providencia de la decisión de alguien para que llueva o no; aunque en cuestiones como la «felicidad», «bienestar», «desarrollo»…continua colocándolas más allá de ella misma y dependientes en este caso de otro «dios»; ¿y cual será la consecuencia si este «dios» no responde con el voto y la expectativa de la señora?
Y de este tipo de pensar acerca de las cosas es de las que se aprovechan muchos de los que hoy dicen sevirnos a través de su gobierno o de los que pretenden hacerlo. Pensamiento tipo «causa-efecto» (cuando compre un duplex seré feliz), tipo «mágico» (si me votas y ese día te pones un jersey rojo o azul -depende del dios- serás feliz) o tipo «mítico» (no hay alternativa al sistema como históricamente se demuestra)
A partir de identificar todo este tipo de cosas es cuando podemos comenzar a defendernos de los charlatanes (y charlatanas) y dioses de barro, para comenzar a asumir la responsabilidad sobre nuestra «propia felicidad», delegando las cosas que están más allá de nuestro control a quienes nos «argumenten su presunto poder e influencia» y no sólo nos pidan que los creamos en un ejercicio de «ciega fe». El trabajo de modelado con el que estoy comprometido incluye herramientas para ello que puedes aprender: la mala noticia es que es trabajo y auto responsabilidad, la buena es que estarás acondicionando tu propio terreno para no pedir a nadie te «devuelva felicidad alguna»