Cuando me involucro en una experiencia lo hago a través de mis sentidos con ella: veo, escucho, siento, reconozco olores y gustos. Dentro de cada uno de ellos lo que he aprendido es hacer distinciones: claridad, oscuridad, luminoso, opaco (para lo que veo), agudo, grave, fuerte, débil (para lo que escucho), frío, calor, áspero, suave (para el sentir)… son algunos ejemplos de ellos.
Al sensibilizarme con esas distinciones, aprendo a distinguirlas y cuantas más añado la experiencia se va enriqueciendo y cambiando. La experiencia como tal es la misma, y soy yo quien al pasar por el filtro de mis sentidos y distinguir más, genero más capacidad de sensibilización a la misma, y mi percepción varía.
Introduzco este ejemplo de las distinciones a través de nuestros sentidos, para explicar que en cualquier experiencia, no sólo existen distinciones a través de nuestros sentidos, sino lo que también podemos hacer son distinciones con cosas mucho más sutiles, que están involucradas y que al ser capaz de distinguirlas esa percepción vuelve a modificarse.
Por ejemplo: yo mañana puedo decidir ir a comprar una planta, ya que me han invitado unos amigos a su casa a cenar. Esto de por sí para mí representa una experiencia, en la que entre otras distinciones estarían operando: juicios, en base a que yo entiendo que es correcto y no, a si debo o no debo aceptar, si es apropiado o no corresponder con un regalo. También operan reglas, cuando me establezco que será una planta lo que compraré, cuando decido qué ropa es la apropiada o mi comportamiento y temas de conversación que aportaré en la cena. También están presentes valores, cuando decido aceptar la invitación, qué persigo con ello, qué beneficio voy a reportar en mi vida, hacia donde mi conduce todo esto.
Pronto se destaca que a poco que investigo hay muchas cosas que puedo diferenciar en una experiencia, y que si no cuento con ellas buscaré una justificación en qué basarlas. No es lo mismo conocer que si decido llevar un regalo es algo que yo he decidido porque hay un juicio establecido de cómo tienen que funcionar las cosas, que posiblemente hace mucho tiempo que lo cree, y que esto puedo modificarlo; a justificar que la decisión de llevar un regalo “es porque la gente es lo que hace” El primer razonamiento, conecta con mi libertad y decisión y el segundo conectaría con un condicionamiento y resignación. La experiencia, es la misma, aunque evidentemente mi percepción y la forma de desarrollarme en ella cambia.
Y todo esto lo quiero conducir a un terreno que está más allá de esto, y es cuando en mi compleja interacción con el mundo busco y encuentro formas y argumentos para explicarme las cosas que se acomodan a mi propia forma de conocer el mundo que yo he establecido en base a las experiencias que cuento en ese momento y que no he desarrollado más allá. Por lo tanto una explicación mágica de las cosas será muy fácil que aparezca; pero eso en ningún momento será algo que yo puedo presentar como un argumento válido que apoye la explicación que yo estoy haciendo.
Por ejemplo: en una experiencia personal, hace unos días no encontraba una prenda de vestir, y que me desconcertaba su “desaparición”. Tras una búsqueda al comentarlo con una persona, esta a su vez me trasladó su explicación y me facilitó un ritual mágico que incluida una oración a un determinado santo por el que misteriosamente al igual que había desaparecido, volvería a encontrarse. Contado así, a muchas personas esto les parecerá ridículo, aunque para otras muchas tendrá todo el sentido.
Esta persona lo que indirectamente me trasladó fue la cantidad de distinciones que ella podía en ese momento hacer de la experiencia, y las que utilizaba para recetar una solución, y que para ella funcionaba como reales, porque el mundo para ella funcionaba así. Al poco que esta persona se sensibilizara con otras distinciones que ahí están operando como pueden ser: cómo funcionamos conscientemente, cómo lo hacemos de forma inconsciente, qué cosas damos como hechos cuando son hipótesis de trabajo,….; su explicación de la experiencia cambiaría, y su receta mágica quizás ya no resultaría tan operante.
La falta de distinciones de cómo funcionamos, y cómo funciona el mundo, nos puede conducir a conclusiones muy poco certeras que se pueden interponer en nuestro propio camino, en nuestro desarrollo y evolución. Pueden parecernos simpáticas, misteriosas, algo que nos gustaría que funcionase así, aunque pronto pueden convertirse en una trampa muy poco recomendable.
Manuel León López
Coach, Terapeuta y Formador
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