Las niñas y los niños de forma natural mantienen su atención dispersada, es decir, se mantienen en una actividad durante un corto periodo de tiempo, para pasar a otra y así sucesivamente. Si un niño llora, muy probablemente si hay algo que de inmediato llama su atención, ese llanto eventualmente cesará.
Esa dispersión en la atención, es su forma de explorar el mundo, de jugar con él, de aprender a conocerlo. Poco a poco nos vamos introduciendo en un proceso de aprendizaje en el que nos entrenamos en «centrar» nuestra atención, y cuando centramos la atención en algo existen otras muchas cosas que de forma consciente e inconsciente hemos de dejar de atender. En aquello que nos entrenamos y desempeñamos, es aquello en lo que por repetición nos hacemos especialistas.
Hoy en día pocas personas son capaces de seguir una charla de más de media hora -y en muchos casos siendo muy generoso-, cosa que hace por ejemplo unos cien años, la gente -sin demasiada educación- podía seguir la atención de discursos de horas de duración, sin aparentemente «cansarse»; es a eso a lo que habían sido educados y entrenados.
Comento esto, ya que por lo general, a las personas se nos educa para mantenernos poco tiempo involucrados en el pensar o el hacer sobre las cosas. Si una amiga me dijese que «ayer vió un piano, intentó tocarlo, aquello sonó faltal, y que por lo tanto tocar el piano no merece la pena», para mí sería ridículo: para tocar adecuadamente un piano hay que practicar y mantenerse en ello durante bastante tiempo.
A modo de metáfora es lo que hacemos con lo que denominamos «problemas». Intentamos buscar una solución, y si de pronto no aparece, lo cerramos y pasamos a otra cosa; no manteniéndonos el tiempo suficiente pensando acerca del mismo.
Las herramientas y la habilidad para mantenerte pensando en ello de una forma útil, que te permita aumentar la probabilidad de encontrar alternativas de solución, es algo que también puedes aprender; al igual que has aprendido ha hacer lo contrario…Esto también forma parte de mi trabajo.
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