La capacidad que tenemos de «objetivizar» cualquier parte de nuestro cuerpo, hace que podamos mantener la falsa ilusión que existe una separación entre nuestro cuerpo y nuestra mente; cuando la cuestión sería, ¿es mi mano la que sostiene un bolígrafo?,por ejemplo, ó ¿soy yo sosteniendo el bolígrafo?
La objetivización de la que hablo la puedo experimentar focalizando mi atención en una parte de mi cuerpo e intensificando las sensaciones e inbiendo estas sensaciones; en definitiva, experimentando y jugando con ellas.
Esta ilusión de funcionamiento por separado entre mente y cuerpo, lleva a que podemos mantener la comprensión que sólo a través de nuestra mente podemos condicionar nuestro «pensar» y hacer en el «mundo»; pero es que nuestra mente necesita de nuestro cuerpo, porque somos esa unidad: el cuerpo puede existir sin mente, pero la mente necesita de ese cuerpo y todos sus funciones biológicas para emeger.
Escoge un asunto y ponte a pensar acerca del mismo. Hazlo de pié y con los brazos levantados, y nota la calidad de tu pensar. Posteriormente con el mismo contenido, piensa acerca del mismo, agachado y con la cabeza mirando hacia el suelo; y nota la calidad de tu pensar.
Así que determinadas estructuras cerebrales, fisionomías…favorecen una determinada manera de pensar, cómo pensamos acerca del asunto escogido. Aunque son eso: influencias, no determinaciones inamovibles.
En muchas ocasiones, un simple cambio de nuestra «forma de estar» ; favorece una evolución en nuestro pensar: me muevo para pensar de una determinada forma, no recuerdo una cosa y tras un movimiento en mi postura aparece en la conciencia…
Mantenemos una fisionomía con la que mantenemos discursos útiles y otra, con la que mantenemos e intensificamos discursos menos útiles: ¿porqué fruncimos la frente algunas personas cuando estamos enfadados?. Todas estas cosas las puedes verificar en tu experiencia diaria, introducir modificaciones y abrirte a notar las diferencias.
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