Para conocer del mundo, adquirir SABER del mundo hemos de INVESTIGARLO. Construimos explicaciones de todo tipo que lo que pretenden es explicar ¿cómo funciona el mundo?. Estas teorías conectan o no con la realidad, y la forma de comprobarlo es experiencialmente, en el HACER. La teoría de la relatividad, es sencillo comprobarlo: dejo caer 1 kgr de arroz y ¿qué pasa?…
A la vez que construimos una teoría y la ponemos en práctica, también estamos «reduciendo» nuestra explicación de cómo funciona el mundo a esa teoría; nuestro compromiso con ella llega a que parcialmente sólo atendamos aquello que coincide con lo que previamente yo he establecido. Si teorizo acerca que: «las personas altas y delgadas tienen un carácter reservado», lo que haré es ir al mundo a buscar esas personas con esas características y que respondan a mi teoría. Lo que no contemplaré serán los casos en los que esa teoría no se cumpla, y por lo tanto no hago una comprobación sistemática de la misma.
Las teorías nos ayudan a que de una forma muy general y metafórica entendamos, comprendamos cómo es el mundo y así se nos facilita nuestro hacer. La parte menos recomendable, es que nuestra investigación la cerramos, porque ya sentimos que hemos comprendido, que sabemos cómo funciona el mundo; y así no construimos otro hacer distinto, y tampoco podemos ir más allá de la primera teoría construida.
Cualquier teoría nace en un tiempo determinado, en un contexto y explica una parte de cómo funciona el mundo, no es una explicación universal; aunque cualquiera de ellas se siente cómoda, porque nos proporciona el «alivio» del saber, pero ello puede resultar en nuestra cárcel de oro. Con cualquier teorización será recomendable ir al mundo y comprobarla, así nos entrenaremos en una mente, en un pensar flexible, abierto y con curiosidad; sabiendo que nuestro saber será provisional, al que en ese momento hemos verificado.
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