Cuando llegamos al mundo, hemos de adaptarnos a una interacción con él. Comenzamos a movernos, sin un propósito concreto, es a partir de ese movimiento con lo que luego el mismo lo vamos asociando a la consecución de determinadas cosas. Paralelamente, hay respuestas de «emoción» a lo que vivimos, y son «pura intensidad» ya que es nuestra respuesta más primaria, cuando aún no existe cognición, no existe racionamiento sobre ellas.
Es muy fácil que a esas «respuestas emocionales» les liguemos situaciones de placer, bienestar… y así tendamos a su repetición, sobre todo en el medida en el que vamos generando un «personaje» desligado de mi «ser», y que responde al modelo social que se me está induciendo, y que yo voy aceptando.
Cuando yo me vivo a través de un «personaje» y me desligo de esa realidad, puede que terminemos «deborados por ese mismo personaje». Es como el actor que a base de representar un papel, termina identificándose con él y queda completamente abducido. Así, si el personaje en su conducta liga determinadas situaciones, a una respuesta emocional placentera, está obteniendo «mucho beneficio», que va a tender a reproducir e incrementar, pudiéndo llegar a conductas que vistas desde fuera, nos parecen incomprensibles: situaciones de abuso a menores, de maltrato a animales, hacia uno mismo… (por ejemplo)
Resulta desafiante identificar el «personaje» que intepretamos, ya que hemos de partir para comenzar el proceso de ese mismo «personaje», y claro, ese «personaje» ya se ha buscado las argucias para esconderse y escapar. Es como una paradoja: yo creo un personaje a través de unos modelos, y quedo atrapado dentro de él, aunque sigo siendo yo mismo quien lo está moviendo.
Esta es la base que después utiliza «ese personaje» para escapar a mundos ideales, persecución de cosas miticas hacia un futuro, vivir en el pasado…todos para huir del presente y evitar conectar con nuestra «verdadera esencia» en el Ser.