Hoy traslado parte del contenido de un ensayo que me ha parecido pertinente a la hora de trasladar la idea de que cuando hacemos «predicciones a futuro» en general las realizamos en función de un estudio del medio, y el entorno tal y como en ese momento lo conocemos, aunque no incluimos las cosas que posiblemente se crucen en el camino y que modifiquen el curso de la «predicción»; muchas de ellas porque simplemente en el momento no conocemos que puedan surgir:
» En el siglo XIX había entre 100.000 y 200.000 caballos en la ciudad de Nueva York[.Un caballo producía una media de 10 kilos de heces y un litro de orina al día, distribuidos a lo largo de su recorrido o en el establo. Los excrementos se acumulaban y atraían moscas con enfermedades. Un artículo en la revista Appleton en 1908 cifró en 20.000 el número de muertes provocadas anualmente por estas enfermedades.Los caballos también causaban problemas de salubridad cuando fallecían por sobreesfuerzo o epidemia. En 1880 el ayuntamiento recogió a 15.000 caballos muertos de las calles, pero a veces se dejaba al animal pudriéndose en la vía hasta que alguien lo retiraba. Un artículo en el New York Times en 1880 sobre los desafíos a los que se enfrentaba el Departamento de Salubridad destacó la pila de heces en la calle 92, que debía ser limpiada una vez al año antes del primero de mayo pero seguía cubierta de excrementos.
El uso del caballo como medio de transporte planteaba serios problemas de higiene y salud. Un observador de aquella época podría haber temido consecuencias catastróficas si se hubiera fijado solo en el crecimiento de la población, la mayor demanda de caballos y la acumulación de heces. Pero irrumpió el automóvil y desaparecieron las heces del asfalto. ¿Quién habla hoy del problema de los caballos?
La incertidumbre no entra dentro de las predicciones del agorero, que se limita a extrapolar presuponiendo un futuro como el presente. El progreso cambia el enfoque a viejos problemas, y crea problemas nuevos. Es preciso entender el mercado y la sociedad, los desafíos a los que se enfrenta y los medios de que dispone, como un proceso dinámico, movido por incentivos y lleno de incertidumbre. Hace un siglo la gente se desplazaba a pie o a caballo, se comunicaba por telégrafo, sumaba con reglas de cálculo y podía morir de casi cualquier enfermedad. ¿Cuántos contemporáneos hubieran acertado en su pronóstico para el siglo XXI?
En el debate en torno al calentamiento global los ecologistas presumen un mundo estático. Sus modelos climáticos proyectan aumento de temperaturas y subida del nivel del mar, pero las demás variables permanecen básicamente igual. Caballos y heces durante cien años. Pero el siglo XXI será tan distinto al siglo XX como éste lo fue respecto al anterior. El desarrollo tecnológico quizás deje obsoleto el problema medioambiental, o surjan otras amenazas frente a las cuales el calentamiento global palidezca en importancia.
Este artículo acepta que el calentamiento global es real pero es escéptico con respecto a las dimensiones del problema (si definimos el cambio y el coste de adaptarnos como problema). Los ecologistas acusan a los escépticos de servir a espurios intereses económicos, ávidos por financiar sus estudios. Pero ellos también reciben fondos para sus investigaciones (del Estado, que también tiene su agenda), y a menudo tienen incentivos ideológicos para exagerar la gravedad de la situación.»
Este ensayo forma parte de la obra Escenarios y Desafíos para la democracia en 2009. Temas para la reflexión y el debate, editada por la Fundación Iberoamérica Europa en Madrid, 2009, 414 páginas.