Vivimos condicionados por modelos que se nos impusieron desde muy pequeños en nuestro desarrollo, que a su vez fueron heredados por los transmisores. Esto es en buena medida uno de los incovenientes de vivir en una cultura.
Claro que necesitamos de unos modelos de convivencia, porque eso nos ofrece seguridad y estabilidad respecto a lo que hay que hacer. La cuestión se complica cuando confundimos el modelo con nuestra identidad profunda como «Ser», y el resto, los demás nos valoran en función de si cumplimos o no con el modelo, y así poco a poco también nos vamos auto valorando y aprendemos a juzgar a los demás; con lo que los demás aprueben o no mi comportamiento, mi hacer, se convierte en algo esencial.
Por temor, al miedo, al rechazo, al fracaso, a lo que juzgamos incoveniente…vamos adoptando una actitud más de espectadores ante la vida, que de actores. Les concedemos a los otros preferencia a la hora de expresarse, de desarrollar su potencial vital. Todos nos podemos reconocer o conocer a la persona que no habla en un grupo «porque él solo le gusta aprender, y tiene poco que aportar», aquel perfil del que «siempre hay que dialogar, buscar un consenso» porque «las ideas del otro siempre son respetables», aquel que piensa en algo y en lugar de afirmarse en la acción, la paraliza por miedo «a la opinión de los otros»
Así la persona va asimilando, acumulando, modelos del mundo en el que él se sentirá como víctima de los demás, como víctima de la propia sociedad y así también su percepción y comprensión del mundo. En el otro lado nos podemos encontrar con el perfil del que manifiesta su opinión, opera en el mundo y le influye poco la opinión de los otros para afirmarse así mismo; con lo que tenderá a mantener una percepción del mundo «como un lugar lleno de posibilidades»
Esto es un planteamiento «digital», de un extremo al otro, y claro que hay una gama de grisis en lo que cabe cualquier mezcla. Lo esencial es darnos, de en qué situaciones adoptamos este papel de víctima, de ser «vividos por los otros», de un miedo, de un temor a la «auto afirmación». Hacernos más fuertes, más sólidos, mas seguros ante las situaciones; y como es lógico, existen herramientas en esta dirección.
El entorno es importante, muy importante, ya que lo utilizamos como el medio donde nos auto afirmamos, y necesitamos el sentirnos cómodos, activos en nosotros para hacerlo de una forma decidida, determinada. La frustración de muchas personas, las lleva en muchas ocasiones, a soñar con idealizaciones sociales, fijadas en sociedades donde las personas «son muy tolerantes, abiertas, comprensivas», el mito de la «igualdad, de lo natural» ; seguro que todos nos suena, ideologias políticas de esa indole. Siempre poniendo el enfoque en el exterior, para que el interior mejore; cuando precisamente, lo que aquí llamo la atención es a cambiar el orden de los factores, porque en este caso si que afecta al producto final.
¿Cuando piensas en tí en relación con los demás, cómo te ves a tí mismo, cómo te valoras, cómo te sientes?, ¿cual es tu percepción del mundo como un todo?
Es bastante común que como respuesta encuentres que de tí añoras -y hayas podido crear- un personaje ficticio que cumpla los anhelos que sí valoras en otros, y que deseas vivir en tí. Desenmascara ese personaje, y alimenta tu yo real, tu yo experiencia.