Saber

Imagina a un habitante que viviese en Siglo XVI, resucitase y emergiera al mundo que nosotros construimos. Sus mayores dificultades no serían tanto como el manejo de internet, deambular por una gran cuidad o conducir un vehículo, sino adaptar su «saber» de qué es el mundo, cómo funciona el mundo y porqué lo hace de esa forma; es decir, su saber, sus ideas, juicios, creencias  acerca del mismo.

He querido llevar la cosa a un extremo para resaltar el hecho que nosotros a lo largo de nuestra vida, también experimentamos «mundos distintos» a la vez que también lo hacemos con nosotros mismos, en base a que para mantenernos conectados con un mundo realista, constantemente hemos de actualizar nuestro conocimiento del mismo.

Lo que ayer formaba parte de nuestra cotidianidad, nos era útil y pareciera que «formaba parte del mismo mundo», hoy ha quedado relegado. El chico tímido que cuando era un niño se quedaba mirando como otros jugaban, hoy puede que se haya convertido en el capitán de su equipo.

Para todo este proceso nos es imprescindible, investigar constantemente el mundo, haciéndolo de una forma racional, respondiendo a un propósito y una razón. La cosa así planteada puede parecer casi inabarcable, aunque tú puedes encontrar ejemplos en tu vida diaria: si normalmente colocas el azúcar en un determinado lugar, sabes donde la encuentras; si tu padre de visita ha cambiado el azúcar de ese lugar, la próxima ocasión necesitas investigar la nueva ubicación y actualizar ese saber.

Muchos de nuestros conflictos se basan en una mala información de cómo es el mundo, de cómo somos nosotros; emergen de  un saber poco certero, actualizarlo a través de un trabajo como el que personalmente te propongo puede suponer una apuesta en tu desarrollo.

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