Una de las actividades que de forma consciente e inconsciente estamos realizando constantemente es la de medir nuestras actividades en el mundo.
Si vas a un restaurante, ¿cuanto tiempo es el que consideras apropiado de espera desde que solicitas la comida, hasta que el camarero te sirve?, ¿es la misma medición que haces si el restaurante está lleno de clientela, que si se encuentra vacío? Y no sólo estableces esa medición, también la distancia a la que colocas el plato en la mesa, tu propia distancia corporal con la mesa, cuanto es el tiempo que invertirás en comer.
La distancia corporal en la que una persona por ejemplo de Estados Unidos se encontrará cómodo teniendo una conversación con una persona de origen Arabe, será mayor, que la que este último considera apropiada que hay que mantener para sentirse cómodo. Es claramente una influencia cultural.
Hay otras mediciones que establecemos por nuestra cuenta, y que pueden ser también la fuente de muchos conflictos:
– Si hago deporte, ¿cuanto tiempo dedicaré al mismo?, ¿cuanto estoy dispuesto a restar del tiempo dedicado a la familia -por ejemplo- e invertirlo en deporte?
– Si mi padre está enfermo, ¿cuanto tiempo de dedicación y visitas considero que son las apropiadas?, ¿si eventualmente falleciera, consideraría que es suficiente el tiempo invertido en su cuidado?
– Si estoy muy orientado al ocio, ¿cuanto es el tiempo y la calidad del tiempo invertido en trabajo y formación?
Cualquiera de nuestras actividades cumplen un propósito que es el de satisfacer nuestras necesidades, las mismas obedencen a una razón y cuando nos desempeñamos en ellas las medimos. Es muy útil hacer una valoración apropiada al entorno en el que la desarrollamos.
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