Me interesé con una persona acerca de un proyecto profesional en el que estaba involucrado y que requería de habilidades de planificación, de gestión del tiempo, comunicativas, sociales; a lo que me respondió que «perfectamente» -argumentado qué es lo que había proyectado-, aunque «con muchos nervios porque no sé cómo saldrá todo»
Le propuse que hiciésemos un simulacro, parecido a la «experiencia real», similar al del entrenamiento de un corredor ante una carrera, para poder chequear todo lo que había imaginado…Muy prontó emergieron las lagunas, los huecos a los que no se había atendido del proyecto; y no por desidia, sino porque no se habían puesto de manifiesto, al no existir la experiencia práctica.
Yo puedo imaginarme a mí mismo realizando una determinada práctica, y eso es muy útil, porque me estoy «anticipando a un escenario»; sobre todo si puedo enriquecer al máximo de detalle posible la misma: cómo actuaré verbalmente, a qué prestaré atención, cómo es la imagen que estoy construyendo, cual es mi sentir acerca de esa situación, a qué otras cosas podré prestar atención….aunque lo que obtenemos verificación es de la práctica; y después de ella, ir rectificando, ajustando o mejorándola.
Resulta muy recomendable el establecer escenarios «reales» donde poner en práctica aquello que hemos imaginado, ya que las cosas no suelen sucederse con la linealidad en la que nosotros las hemos imaginado, y a cuantas más posibilidades nos abramos con mayor flexibilidad después actuaremos, porque en eso es en lo que nos estamos entrenando.
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