Durante un tiempo en un programa de radio se recibieron llamadas por parte de los oyentes para quejarse y protestar por las deficiencias en las instalaciones y servicios que se ofrecían en un hospital.
Se ha construido un nuevo hospital, y en ese mismo programa, en muchas ocasiones las mismas gentes continuan llamando para continuar protestando por las deficiencias y servicios del nuevo hospital.Ahora bien, se ha introducido un hecho novedoso, y es que ahora se nota, se alaga, los beneficios que mantenían las antiguas instalaciones, y nos desplazamos a algo muy habitual y es el fenómeno de: «paraiso perdido»
Una de las intervinientes propuso tres soluciones, a saber: colapsar los servicios de urgencia, llenar de reclamaciones los puntos de atención al cliente y en masa irrumpir en el despacho del director para hacerle saber de su «desesperada situación». Una buena parte de las personas que con posterioridad a esta oyente llamaron, secundaron la medida.
Esta anécdota que ahora relato es algo bastante habitual, y resalta el hecho de no valorar aquello que tenemos a disposición y en buena medida, hay dos habilidades implicadas: el lugar donde llevo mi atención, y el cómo estoy midiendo eso para llegar a la conclusión de que «todo esto es un desastre»
Cuando salgo al mundo puedo hacerlo llevando mi atención a todas las cosas «negativas» que están ocurriendo, y seguro que la lista es interminable, y es una forma muy buena de «amargarse la existencia». O bien también, podemos mantener un exceso de atención en «todo lo positivo», es una forma también de tarde o temprano «amargarse la existencia», porque los efectos de algo negativo, antes o después te llegará, por más que quieras «ocultar el sol con la mano»
Existe la cuestión del equilibrio, del atender al mundo en su totalidad, de siempre localizar factores de compensación. Si en un edificio se ha averiado el aire acondicionado en pleno mes de julio, no significa que el agua haya desaparecido del edificio, que la luz no continue estando en servicio, que los empleados no continuen prestando su atención. ¿Cómo notas pensar llevando tu atención a solo una cosa: el aire acondicionado que no está? o ¿hacerlo extendiendo tu atención más allá de ello?, no con buenos deseos, sino identificando cosas en la realidad.
La otra cuestión es cómo medimos las cosas. Una forma de medir es compararlo con las experiencias que mantengamos. A una persona que esté ahora mismo en un campo de refugiados, hasta las instalaciones más deficientes que nos podamos imaginar, para ella serán el colmo del avance, porque su estándar de partida para compararlo es muy bajo.
Posiblemente las personas que tan «airadas» llamaban para protestar no se estaban relacionando con un estandar real de experiencia, sino con un «ideal» con el que compararlo. Es decir, mantener el «como idealmente deben de funcionar unas instalaciones», pero eso siempre estará alejado de la realidad, ya que las máquinas fallan, y los personas también.
Que mantengamos una tendencia a desarrollar más y mejor nuestro entorno, y todo lo que en él disponemos, también implica que no sólo se tienen que introducir mejoras en él -decisiones que en muchas ocasiones está mas allá de mi- , también implica un cambio en la forma de pensar acerca del entorno en el que estoy, y eso sí que depende de mí.