La pasada semana escuchaba en un programa de radio a una sicóloga muy «profesional», muy «colegiada ella» y por supuesto «experta en todos los temas relacionados con la sicología» hablar acerca de las «intenciones ocultas» que parece ser tenemos las personas en nuestros actos, y que son debidos a una «herida narcisista»
Si doy por hecho que en todos mis actos existe una intención oculta, estoy admitiendo que hay una serie de intenciones que jamás llegaré a conocer, porque claro, permanecen ocultas, a no ser que la experta venga y me las explique que es justamente lo que ella hizo analizando un caso, atención, que está en los medios informativos y es el «encausamiento por prevalicación del juez Garzón» y el análisis sicológico que merecía este individuo. Estuvo interpretando toda una serie de conductas de este señor, en base a la teoría de las «intenciones ocultas» de esta sicóloga; y el balance resulta devastador para el Sr. Garzón.
Cualquiera de nuestras conductas puede ser analizada desde muchas perspectivas y para ayudarnos en ello podemos utilizar modelos aproximativos que puedan explicar cosas como el «propósito», «razones» que existen en ellas; aunque esto no permanece oculto en ninguna parte; y sobre todo lo esencial es hacerlo con la persona que la está desarrollando, por que si yo hago una interpretacion unilateral, lo que estoy haciendo es un juicio de intenciones que se puede corresponder o no con la realidad, aunque claro, con mi teoría de «intenciones ocultas» encajaría, entre otras cosas porque no hay forma de refutarla.
Lo que no resultó oculto fué que esas supuestas «intenciones ocultas» fueron acogidas de forma ferviente por el conductor y responsable del programa, y que enlazaban perfectamente con la teoría editorial del programa entorno a este juez. Prueba una vez más de que cuando tenemos una teoría con la que mirar al mundo, dejamos de ver el mundo y atendemos a la teoría; y si los hechos la contradicen, peor para los hechos.