Mantenemos una tendencia a dividir de forma dicotómica las emociones o sentires, entres buenos y malos, los adjudicamos a algunos de estos grupos y a partir de ahí, nos relacionamos con ellos.
“La envidia”, puede ser la etiqueta que establezcamos para un determinado sentir (si es mantenido en el tiempo) o una emoción (en respuesta a una circunstancia puntual), y en general habrá un consenso para enjuiciarla como “mala”; y al calificar y etiquetar algo, nos quedamos con la etiqueta y nos olvidamos de los proceso que están involucrados y que nos pueden ayudar a relacionarnos con ella de forma distinta.
Aprendemos a establecer juicios sobre el mundo, sobre nosotros mismos; y para hacerlo una de las cosas que utilizamos es establecer estándares con lo que tenemos en nuestro entorno disponible. Así, si yo ocupo un lugar dentro de la sociedad dentro de la “clase media” (que en sí es otro estándar) mediré mi posición, comparándome con lo que están por encima, y por debajo de lo que yo he establecido como mi “media personal”
Si el vecino, al que yo considero dentro de mi categoría de “clase media”, compra un coche que yo enjuicio como superior al mío, puedo experimentar “envidia” hacia ese hecho, un sentimiento de querer también adquirirlo para mí, porque puedo llegar a la conclusión que ello me dará más estatus y eso en sí no es malo; esa “envidia” puedo utilizarla para ponerme en marcha, y organizar las cosas que me conduzcan a que la adquisición de ese coche también para mí pueda convertirse en una realidad. Un uso muy útil (bueno).
Otra cosa, es cuando yo utilizo ese sentir de “envidia”, para desear que el otro “no lo tenga” o quizás me lleve a realizar algún daño, en este caso al coche, como forma de proyectar “rabia”, o lo haga personal y piense que ese vecino “quiere ser superior a mi”. También puede desencadenarse una involucración, obsesión excesiva en la consecución del objeto, en el que deposite me valía personal. Ahí tendrá un uso poco útil (malo)
También considerar, que si tomo la decisión a priori útil, puedo analizarla más en detalle y evaluar cuales son las razones de fondo para yo también querer adquirir ese coche: sentirme más valorado, porque simplemente me gusta ese modelo, porque ahorra gasolina, por…, y por ……y comprobar si esa utilidad continua siendo válida.
Lo fundamental no son las etiquetas y las categorizaciones, son los procesos y para qué los utilizamos